En este artículo veremos cómo utilizar el estoicismo en tiempos de pandemia.

Para ello, nos valdremos de cuatro herramientas que nos permitirán tomar el control de nuestras emociones ante toda complicación que nos pueda plantear una pandemia mundial.

El problema

Durante prácticamente todo el año 2020 y a raíz de la pandemia del coronavirus, hemos escuchado referencias a la mala suerte ligada concretamente a este año solar, y el deseo de que finalizara cuanto antes.

Esto no hace más que poner de manifiesto el desazón que experimenta la sociedad ante los reveses externos que nos ha puesto la pandemia por delante. Pero este tipo de sinsabores, como prácticamente cualquier cosa en esta vida, contienen un fondo filosófico que merece la pena explorar y entender. 

La población mundial está viviendo una pandemia y se enfrenta a problemas que ninguno de nosotros había experimentado anteriormente.

Este comportamiento de huida del presente y búsqueda de un futuro más sencillo puede verse reflejado en afirmaciones como estas, cuyo contenido sabemos de antemano que no podemos cambiar. Pero también puede ocurrir que, nutriéndonos del mismo sustrato metodológico, pasemos a rehuir el presente que sí depende de nosotros, modificando así nuestra forma de actuar.

En este artículo vamos a abordar la segunda vía —como harían los estoicos, la que depende del individuo—, en la que trataremos una conducta social muy íntimamente relacionada con el motivo de la pandemia y el cómo afrontamos la corriente de infortunios que ésta nos ha traído, para después plantear cuatro herramientas estoicas que la combatan.

De este modo, nos valdremos de un marco histórico y, como siempre en este proyecto, del prisma de las filosofías clásicas, para ver si alguien ya pensó de este modo, con qué fin lo hizo y qué rédito sacó de todo ello.

Empezamos.

Las filosofías clásicas ante los grandes problemas

Hace más de dos milenios, epicureístas y estoicos enfocaban la vida desde perspectivas opuestas: los primeros preferían vivir una vida sosegada y sin complicaciones, rehuyendo del núcleo de la problemática; los segundos tomaban la vía directa y, por ello, la más escarpada.

Llegar a la raíz de un pensamiento es necesario para entender su corriente en la actualidad .

Nuestro cometido aquí no es ni el de juzgar ni el de contraponer moralmente ambas —allá cada cuál con su forma de entender la vida— pero sí que debemos entender que afrontando un problema obtenemos una experiencia del mismo y, con esto, un desarrollo personal.

Esto no es más que, si tomas las riendas de una situación podrás aprender de ella, mientras que si adoptas una actitud pasiva, el aprendizaje se complica.

Pues bien, todo esto que ya tomaban en consideración nuestros amigos los griegos hace algún tiempo, y según lo cual hacía que formaran parte de una escuela o de otra, volvemos a verlo repetido hoy día.

Con este artículo vamos a tratar de poner la lupa en el lugar correcto de nuestros libros de filosofía para aprender así a afrontar una pandemia mejor de lo que lo haría el mismísimo Sócrates.

La filosofía nos enseña a actuar, no a hablar. Exige de cada persona que viva según sus estándares y que su vida esté en armonía con sus palabras. 

Séneca.

Todo el mundo es epicureista

Un comportamiento común a todo mortal, de forma más o menos habitual, es tener momentos en los que se busque rehuir los problemas y tomarse un descanso para uno mismo. Habrá quien más y quien menos, pero todos hemos sido un poquito epicureístas en algún momento.

Por otro lado —y por compensar el clickbait de este capítulo—, así como tomar un plato de verduras no te hace vegetariano, tomarte la licencia de evadirte durante un tiempo no te hace seguidor de esta doctrina. Al final, la vida se rige más por la norma que por la excepción.

En el símbolo del Ying y el Yang se ven representadas la convivencia de la norma con la excepción.

Resultan ansiosas y desdichadas la obstinación y la volubilidad. Ambos extremos son enemigos de la tranquilidad. Uno por no permitir cambiar nada y el otro por no resistir nada. 

Séneca.

Ahora bien, si cogemos como referencia un periodo como el del año 2020 en el que parece que la vida no ha dejado de plantearnos situaciones adversas, es de nuevo normal que muchos se refugien en sí mismos con mayor asiduidad y hasta rechacen la realidad en sí misma, por miedo a afrontar tanto problema junto.

Incluso gente que habitualmente no ejercía estos comportamientos, empieza a tomarlos como propios. Lo que en la Antigua Grecia supondría nada menos que la decisión de cambiar de escuela, ahora una pandemia nos lo provoca de forma casi involuntaria.

Es precisamente de esta involuntariedad de donde surge el problema. Donde antes cualquier suscriptor de este diario hubiera respondido de forma estoica, ahora con la acumulación de indiferentes no preferidos, procrastina o rehúye la situación. 

Cuando el placer corrompe la mente y el cuerpo, nada es ya tolerable. No porque el sufrimiento sea fuerte, sino porque la persona es débil.

Séneca.

Perder el control en una situación así es muy fácil y debemos aprender a detectarlo y saber qué tomar como guía para corregirlo.

El estoicismo como arma

Detección

Lo primero que debemos hacer con una situación así es detectarla lo antes posible. Para ello debemos analizar nuestras rutinas actuales y ver si, tras ciertos cambios que se han producido fuera de nuestro control, estas se han visto alteradas.

Un ejemplo clásico es el dejar de hacer deporte porque estén los gimnasios cerrados, pero en realidad todas ellas siguen un mismo patrón:

ANTES:

Voluntad de hacer algo —> Proactividad y acción para cumplirlo.

AHORA:

Voluntad de hacer algo —> Reacción ante un factor externo que antes no existía —> Rechazo o procrastinación de la actividad.

Cuando esto ocurre, sabemos que ha llegado el momento de actuar.

Acción

Y entonces, ¿Cómo actúa un estoico ante estas situaciones? 

Desarrollaremos cuatro herramientas estoicas que nos serán gran utilidad ante este tipo de situaciones.

No pospongamos nada, combatamos la vida a diario.

Séneca.

Las herramientas

Cuatro herramientas nos pueden ayudar a sobrevivir a esta crisis sanitaria y existencial que la mayoría de nosotros estamos sufriendo:

Actúa a pesar de la emoción

Sentirnos motivados para hacer algo es un gran activo para su posterior realización. Evidentemente a nadie le gusta llevar a cabo una tarea que no tiene ganas de hacer. Pero, volvamos a la premisa inicial, no estamos hablando de hacer cosas en contra de nuestra voluntad, sino de hacer aquello que realmente queremos, venciendo a nuestra propia mente que nos boicotea.

Es por ello que, llegados al caso, las emociones nos son irrelevantes: si no tenemos ganas, tendremos que hacerlo sin ganas. Actúa a pesar de la emoción.

¿Es tu propósito en la vida estar cómodo y no esforzarte por nada? ¿Naciste para hacer solo las cosas fáciles? 

Marco Aurelio.
Si no tienes ganas de entrenar, entrena sin ganas

Entiende el contexto

Si contrastamos los comportamientos de poblaciones de países pobres y de países ricos, o de otra época y de la nuestra; vemos cómo conforme las posibilidades de supervivencia se incrementan, lo hace también la capacidad de la gente para quejarse y para encontrar problemas que en otro entorno serían inimaginables. 

Y es que todo depende del contexto: donde unos ven limitaciones por no disponer de la totalidad de medios a la que estaban acostumbrados, otros verían un sinfín de posibilidades para llevar a cabo su tarea. 

El acceso a información ilimitada a través de internet, la seguridad de disponer de alimento a diario o la atención hospitalaria no siempre han sido cosas que nos vinieran dadas, y siguen sin serlo en muchos lugares del mundo.

Por tanto, entender el contexto no es más que un bofetón de “Amor Fati” en el que nos vuelve la cara y nos lleva a mirar con perspectiva al mundo en el que vivimos. Las excusas en cosas que realmente deseamos hacer pero que requieren de esfuerzo supondrían una tomadura de pelo al 99% de personas restante en la historia de la humanidad. Si te ocurre algo así, trata de ponerte en la piel de quien no lo tiene o no lo tuvo tan fácil. Entiende el contexto. 

No imagines tener las cosas de las que careces. Elige las mejores cosas que tienes y piensa cuánto las extrañarías si no las tuvieras. 

Marco Aurelio.

Sé justo contigo mismo

Los comienzos pueden ser difíciles, sobre todo si nos hallamos en una tónica en la que el reposo es el estado dominante. Empieza con una dosis de esfuerzo que consideres tolerable y no coloques la referencia en lo que podías hacer antes: recuerda que hasta que no diste el primer paso, no hacías nada y que uno es mejor que cero.

Una vez que hayas empezado, descansa cuando lo estimes oportuno y, sobre todo, no seas más duro de lo que lo que lo serías con tu hermano pequeño o tu hijo en una situación similar. Sé justo contigo mismo.

Trátate a ti mismo como alguien de quien eres responsable de ayudar. 

Jordan B. Peterson.

Contempla al sabio

Por último, usaremos lo que Marcos Vázquez en su libro Invicto denomina “Contemplación del sabio”: una herramienta que cobrará mayor relevancia cuanto más ducho sea el lector en materia de estoicismo.

Cuando te enfrentes a cualquier situación, pregúntate qué hubieran hecho Sócrates o Zenón, y sabrás cómo actuar. 

Epicteto.
Contempla al sabio.

Si aún no lo eres, lee a los estoicos y familiarízate con ellos, trata de entender su forma de pensar y de actuar en situaciones adversas, y trata de imitarlas. Conocer bien a tu mentor te hará seguir su sendero sin haber tenido ni tan siquiera que preguntarle. Contempla al sabio.

Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes.

Isaac Newton.