Sócrates lanzó el reto: “Solo una vida examinada merece ser vivida”. Los escépticos recogieron el testigo y se lo tomaron muy en serio. Incluso más que el propio Sócrates, que llegó a la conclusión del famoso “solo sé que no sé nada”. Los escépticos, en cambio, ni saben, ni dejan de saber.
«Ninguno de nosotros sabe nada, ni siquiera esto, si sabemos o no sabemos; ni sabemos lo que es «no saber» o «saber», ni en general, si algo es o no es».
Metrodoro de Quíos
¿Qué es el escepticismo?
El ser humano suele acercarse al mundo de forma dicotómica. Nuestro hardware no está hecho para manejar la complejidad del mundo y las respuestas sencillas (sí o no) nos convencen. Pero el escepticismo abre una tercera puerta: puedes simplemente no tener una opinión, suspender el juicio y vivir una vida tranquila sin conocer ni siquiera si lo sabes o no.
Esa es la principal propuesta del escepticismo: suspender el juicio (epojé) para alcanzar la tranquilidad del alma (ataraxia) porque en realidad, nada podemos saber con seguridad.
Y es que si aceptamos el empirismo de los escépticos, tenemos que aceptar también que las apariencias engañan.
El escepticismo parte de la investigación (skepsis) y, precisamente por las malas pasadas de las apariencias, llega a la conclusión de que no podemos afirmar nada concreto sobre el mundo con seguridad, aunque exista, solo podemos hablar de que lo parece.
Eso, que resultaría en una fuente de ansiedad para muchos, es para los escépticos un alivio que, realmente, los acerca a la felicidad. O al menos, a su versión de ataraxia, imperturbabilidad del espíritu.
Porque si no puedo decir nada cierto sobre el mundo, tampoco lo puedo decir sobre la moral, lo que es bueno y malo, o sobre la religión. No son asuntos sobre los que debamos opinar, sino suspender nuestros juicios.
Es, al final, una suerte de indiferencia o, al menos, de prudencia y, por supuesto, de beneficio en la duda. ¿A dónde deberíamos mirar, entonces, para vivir mejor? A la costumbre, a la ley.
Nuestros sentidos son suficientes para saber lo que parecen las cosas y decidir sobre ellas, aunque a veces se equivoquen. No tenemos nada mejor, al fin y al cabo.
El origen del escepticismo
El escepticismo nace en la misma época que el estoicismo y el epicureísmo, formando las conocidas como corrientes helenísticas.
Estas corrientes nacen en una época de cambios e inestabilidad. La Guerra del Peloponeso cambia el liderazgo en Grecia, de Atenas a Esparta. Sin tiempo para recuperarse del conflicto, Filipo II de Macedonia conquista las tierras helenas. Todos estos sucesos, acompañados con la caída de las polis y los ídolos del momento como Platón, Aristóteles y Alejandro Magno, crean un ambiente inestable.
Es en esta época de tiempos difíciles cuando surge el escepticismo. A las ya establecidas escuelas platónica, peripatética y cínica, se le suman las helenísticas. En concreto, el escepticismo surge como reacción al dogma, incluyendo el de filosofías como la estoica.
Un dogma es algo que se da por cierto y no se puede negar. Si el escepticismo pone todo en tela de juicio, se debe rebelar contra él.
Aunque planteen caminos diferentes, el objetivo de los escépticos es compartido por estoicos y epicúreos. A diferencia de las anteriores filosofías, las helenísticas se centran en el individuo y otorgan un papel central a la parte práctica. La teoría, aunque importante, pasa a un segundo plano.
La filosofía se encarga ahora de enseñar cómo vivir y, en el caso de los escépticos, de discernir qué actitud debemos tener respecto de lo que nos ocurre, y de lo que parecen que son las cosas.
Pensadores escépticos
Con Pirrón de Elis se iniciaría el movimiento escéptico en el 360 a.C. Será él quien establezca que solo podríamos conocer el mundo a través de los sentidos aunque, como ya hemos comentado, lo que podemos afirmar es que el mundo parece así o asá, no que lo sea exactamente.
Con el auge del estoicismo la crítica se haría más patente en los escépticos, especialmente de la mano de Arcesilao, quien atacaría y derribaría la epistemología estoica basado en el poder absoluto de nuestras percepciones. Y es que tenemos percepciones falsas, como los sueños, por ejemplo, ¿verdad?
Tras Arcesilao merece reconocimiento la figura de Carnéades, que también fue diplomático.
Mientras hasta entonces en el escepticismo se había hablado de que la vida buena era la que dictaba la costumbre o lo razonable que podíamos deducir, Carnéades inaugura convierte a la probabilidad como concepto central.
Si lo que queremos es vivir con virtud y para eso debemos acercarnos a la verdad aunque no podamos conocerla del todo, tenemos que fijarnos en qué es más probable que percibamos correctamente sobre el mundo.
Para ello es imprescindible no caer en ambigüedad y examinar recurrentemente lo que creemos que percibimos sobre el mundo y lo que nos rodea. Kahneman, de quien hablaremos más adelante, estaría orgulloso.
El último de los grandes escépticos de la antigüedad es Sexto Empírico, ya en el siglo I, que recuperaría la figura de Pirrón y pondría atención a cuatro cuestiones a la hora de alcanzar la ataraxia: nuestras necesidades corporales, las percepciones de los sentidos, las costumbres y nuestras propias capacidades.
Influencia del escepticismo en la modernidad
La influencia del escepticismo iría mucho más allá de la corriente helenística.
Francis Bacon defendería un escepticismo sobre las cosas que creemos saber, para que al investigar podamos alcanzar verdades correctas. Michel de Montaigne al someter a la duda sus ideas sobre lo que podía conocer o no en los Ensayos, llega a cambiar de opinión varias veces sin temblar. René Descartes utilizó la duda para llegar a algo firme, obteniendo como resultado el famoso cogito ergo sum.
Se le sumó años más tarde David Hume, quien puso en duda la razón y volvió a los sentidos y la probabilidad para acabar en una conclusión totalmente opuesta a la de Descartes: “la razón es esclava de las pasiones”. Sí, la misma probabilidad de Carnéades que reaparecerá más adelante.
Como el penúltimo de los grandes pensadores herederos del escepticismo merece mención especial Inmanuel Kant, que no se casó ni con racionalistas ni con empiristas y superaría el debate razón VS sentidos llegando a la conclusión de que no podemos conocer las cosas en sí mismas, sino que lo que conocemos son creaciones de nuestra consciencia.
Y de Kant debemos avanzar hasta Edmund Husserl, que recuperaría el concepto de epoché o puesta en duda, pero no solo de lo que podemos conocer, sino también siquiera de que el mundo exista.
Ahora bien, el legado del escepticismo no termina aquí.
Aplicación práctica del escepticismo y pensamiento probabilístico
Dudar de todo no es operativo. Si me pongo a dudar del lenguaje, de las palabras y de si el ordenador que tengo enfrente es real o no; nunca podría escribir este artículo. Lo mismo ocurre si vas paseando por la calle y, a cada paso que das, dudas de si el suelo se va a hundir bajo tus pies.
El escepticismo llevado al extremo no es vida. Hasta las acciones más cotidianas necesitan de creencias. Puedes dudar durante unos minutos sobre si vives en una simulación, pero en tu día a día, vas a actuar como si tu vida fuera real y pudieses influir en ella con tus acciones (aunque sea mentira). Dudar deja de tener sentido cuando te genera más problemas de los que te soluciona.
Esto no quita que dudar en algunas áreas pueda mejorar considerablemente tu vida. No necesitas (¡ni puedes!) saber todo. Suspender el juicio, además del camino para la tranquilidad del alma para el escéptico, es el primer paso del pensamiento crítico. Nuestra naturaleza nos empuja a saltar hasta las conclusiones y a racionalizar lo primero que se nos pasa por la cabeza. El escéptico te anima a ir contra natura, a no tener una opinión, a no tenerlo claro, incluso a poder estar equivocado.
Quizá es interesante plantearse las cosas como Elon Musk, de quien hace tiempo analizamos cómo afronta los problemas, razonando desde primeros principios.
Para él, la forma de hacer bien las cosas es pensar siempre que estás equivocado. Dice:
«Debes adoptar el enfoque de que estás equivocado. Tu objetivo es equivocarte menos.» – Elon Musk
Por otro lado, el escepticismo nos abre una nueva puerta: la de la probabilidad.
La probabilidad rompe el pensamiento dicotómico. Algo ya no es blanco o negro, ya no es verdadero o falso. Ahora tienes una escala de 0 a 1 en la que caben números infinitos. Cuanto más probable, más cercano a 1. Asignar probabilidades enriquece tu visión del mundo y te permite tomar mejores decisiones. Introduces el escepticismo en tu vida, pero lo moderas para que la duda no te vuelva incapaz. Podría acabarse el mundo mañana, pero como la probabilidad es demasiado baja, sigues con tu vida.
Escepticismo moderno: sesgos cognitivos, cisnes negros y ruido
Tres de los autores más mencionados en El Rincón de Aquiles son versiones modernas de los escépticos. Kahneman y Tversky por un lado, y Taleb por el otro, a menudo trabajan con la duda.
Porque, ¿cómo vas a entender el mundo si es incierto por naturaleza? ¿Cómo vas a saber que viene un Cisne Negro si todos los cisnes que has visto en tu vida son blancos?
Empecemos por Kahneman y Tversky.
Sesgos cognitivos: errores que repetimos una y otra vez
Kahneman plantea un modelo para entender mejor cómo tomamos decisiones.
Hay 2 Sistemas: el Sistema 1 y Sistema 2. El Sistema 1 es el que tiene el control la mayor parte del tiempo. En las miles de decisiones que tomas en un día, la velocidad es prioritaria. Para ello, el sistema “rápido” echa mano de los heurísticos: atajos mentales que la evolución lleva puliendo miles de años y que nos permiten decidir con velocidad.
El Sistema 1 decide de forma casi automática y sin apenas esfuerzo. En cambio, el Sistema 2, pone la calma. Esta forma de decidir más pausada, sigue una serie de pasos y requiere de un esfuerzo considerable que, por cierto, el cerebro tiene tendencia a evitar. Ambos sistemas se relacionan entre sí y construyen la forma en la que decidimos.
Hasta aquí ningún problema. Pero… ¿no creerás que decidir mediante atajos es gratis? Si nos sigues desde hace tiempo, sabrás que nada lo es. Los heurísticos, en más ocasiones de las que nos gustaría, se convierten en sesgos: errores sistemáticos que cometemos al decidir.
Te pongo un par de ejemplos de sesgos cognitivos para que entiendas mejor el concepto:
- Sesgo de anclaje. El producto cuesta 997€. Como el barco anclado, tu mente mantiene ese número en la cabeza y el precio final, que suele ser 97€, te parece una ganga. Caíste presa del ancla. Hasta Amazon, aunque no tan extremo como los vendedores de infoproductos, utiliza este sesgo. El precio tachado en rojo es una trampa para que tu cerebro le de un valor mayor.
- Sesgo de disponibilidad. La información construye tu visión (sesgada) del mundo. Lo más reciente adquiere una importancia excesiva. Tu mente cree que mueren más personas por accidentes de tráfico que por malos hábitos porque es lo que suena en los medios. La realidad es bastante diferente. En 2020, los accidentes de tráfico no aparecen ni entre las 10 causas de muerte más comunes según datos de la ONU (fuente)
Conocer los sesgos es una cura de humildad. Te das cuenta de que cometemos un montón de errores a la hora de conocer el mundo. La duda vuelve a llamar a la puerta y la propuesta del escepticismo resuena con fuerza. No tienes que tener una opinión, siempre puedes suspender el juicio. Y llega Taleb, el escéptico moderno más polémico, a seguir cambiando tu forma de ver las cosas.
Cisnes negros: lo que no se puede conocer
Los europeos, basándose en sus experiencias, pensaban que todos los cisnes eran blancos. Un viaje a Australia derribó esta afirmación puesto que se avistaron los primeros cisnes negros.
Refutación: una sola afirmación contraria basta para desmontar un argumento. La enseñanza que esconde esta mini-historia es que la información pasada no es siempre la mejor forma de predecir el futuro.
El espacio entre lo que sabes y la realidad es el caldo de cultivo perfecto para Cisnes Negros, uno de los conceptos estrella de Taleb.
Un Cisne Negro es un suceso impredecible con impacto devastador que tratamos de explicar cuando ya ha sucedido. Inventamos una explicación a estos fenómenos aunque no la tengan. Antes de aceptar tu incapacidad para predecir lo incierto, prefieres el ficticio control que te da la ilusión de comprender. A posteriori todo el mundo entiende. Sin saberlo, pagas un precio por sentirte seguro, te vuelves frágil frente a lo desconocido.
La idea del Cisne Negro condensa, en una poderosa metáfora, las limitaciones del aprendizaje mediante la observación y la experiencia:
- Es impredecible porque se encuentra fuera de nuestras expectativas. Todos los cisnes de los que teníamos conocimiento eran blancos.
- Tiene un impacto devastador y por eso es importante tenerlo en cuenta. Cambia nuestra forma de ver el mundo.
- Nos inventamos explicaciones a posteriori sobre todo en forma de historia, víctimas de la falacia narrativa y el sesgo de retrospectiva.
La idea del Cisne Negro nos marca (¡de nuevo!) la suspensión del juicio como un camino para navegar este complejo mundo que habitamos. ¿Cómo tienes la arrogancia de creer cómo funciona el mundo si no sabes ni lo que te falta por saber?
“La principal enseñanza de los escépticos era que nada podía aceptarse con certeza, (solo) se podían alcanzar conclusiones con diversos grados de probabilidad, y éstas proporcionaban una guía para la conducta”. – Fooled by randomness – N.N. Taleb
Ruido: varianza no deseada
Volvamos a Kahneman con otra de sus ideas. Si el sesgo es un error sistemático, el ruido es una desviación no deseada a la hora de decidir. El juez toma diferentes decisiones antes de la hora de comida que al inicio de su jornada laboral.
Esa diferencia entre decisiones, es ruido. El mismo caso debería ser juzgado de la misma forma sin importar el momento del día. También sin importar el tipo de juez.
El ruido también recoge las diferencias entre personas. El médico que te receta dos semanas de reposo y el que te manda un mes a la piscina, deberían estar de acuerdo. Al menos uno de los dos diagnósticos está equivocado.
La foto de las dianas recoge el concepto y la diferencia entre ruido y sesgo. El sesgado (biased), impacta en una zona que no es la diana porque se desvía una y otra vez hacia el mismo lugar. El ruidoso (noisy), impacta en diferentes lugares en torno a la diana, porque cada disparo es diferente.
Si tu decisión depende del momento del día en que la tomes, o de tu estado de ánimo, ¿cómo vas a estar tan seguro de lo que haces? Otra cura de humildad. Otro recordatorio para incluir la duda en nuestra vida. Otro incentivo más para suspender el juicio.
Otros filósofos escépticos
A lo largo del artículo hemos mencionado a Musk, Kahneman y Taleb. No puedo cerrar este artículo sobre la filosofía escéptica sin mencionarte a algunos de sus máximos exponentes a lo largo de la larga historia de esta forma de ver el mundo. Pirrón de Elis fundó la escuela. Sexto Empírico recogió sus enseñanzas. Arcesilao y Carnéades, devolvieron la duda a la Academia. Montaigne al bajar sus dudas a papel en los Ensayos, llega a cambiar de opinión varias veces a lo largo de un mismo escrito. René Descartes utilizó la duda para llegar a algo firme, obteniendo como resultado el famoso cogito ergo sum. Se le sumó años más tarde David Hume, quien puso en duda la razón y acabó en una conclusión totalmente opuesta a la de Descartes: “la razón es esclava de las pasiones”. También se sumó a la fiesta de la duda Inmanuel Kant, que no se casó ni con racionalistas ni con empiristas y llegó a la conclusión de que no podemos conocer las cosas en sí mismas, sino que lo que conocemos son creaciones de nuestra consciencia.
Seguro que me dejo muchos filósofos que, de una u otra forma, fueron escépticos. En la actualidad, con un entorno más complejo, cambiante e incierto que nunca, es importante rescatar esta filosofía. No necesitas (¡ni puedes!) saber de todo. Puedes hacer como los escépticos y suspender el juicio, ahorrarte la opinión y estar tranquilo independientemente de cuál sea la verdad.
Construye tu propia filosofía de vida
Cierro con un mensaje que se repite de forma recurrente en este proyecto: quédate con lo que te sirva a ti. Los escépticos son una filosofía más, tienen cosas interesantes pero lo más probable (aquí de nuevo, pensamiento probabilístico) es que no puedan dar respuesta a todas tus preguntas.
Puedes incluir la duda y la probabilidad en tu vida, enriqueciendo tu forma de ver el mundo. Puedes entender la fragilidad de lo que sabes con ideas como los sesgos cognitivos, los cisnes negros o el ruido. Pero al final del día tendrás que construir tu propia filosofía.
Sergio.-P.d: Para seguir construyendo tu propia filosofía de vida también puedes coger ideas del epicureísmo del estoicismo y del cinismo.